martes, 15 de mayo de 2012

Pastoral de la Mujer


¡Mujeres que nos necesitan!

Las mujeres que trabajan para luchar contra el hambre y la pobreza, a veces no tienen la oportunidad de capacitarse mejor para trabajar en lo que les interesa y así obtener mejores resultados. Cuando se las subestima o sólo se las tiene en cuenta para darles pequeñas dádivas movidos por ciertos intereses, se fomenta más su anulación como personas capaces de desarrollarse espiritual y laboriosamente.
La falta de estímulos, la pérdida de tiempo en largas esperas, los obstáculos para todos los trámites inherentes a la persona que vive en sociedad. Horas sin propósitos inmediatos por falta de medios económicos y preparación para el mejor uso del dinero en el hogar. Son todas actitudes y prácticas sociales que silencian voces y ahogan los dones personales de las mujeres.
Son mujeres que enfrentan una vida de pobreza y desnutrición, al tener que luchar por sobrevivir en el mundo.
Las potencialidades están latentes en cada mujer. Pero no se abren caminos con propósitos familiares, siendo la familia la transmisora de pautas sociales. Pareciera que no se ayuda al sostenimiento integral y saludable de la misma.
La formación espiritual, el afloramiento de valores, la capacitación, la solidaridad en pequeños grupos que luego se amplían en redes sociales, respetando las habilidades y características propias de cada una y aplicando lo aprendido, han logrado producir recursos económicos de autoabastecimiento dando protección a la familia.
Otras mujeres ayudan como pueden, se organizan en equipos, se trasladan para distribuir ropa, alimentos, medicamentos, etc., disponiendo de su dinero, de su tiempo y capacidad. No pocas veces se desalientan porque la ayuda que brindan parece “una gota en el océano”.
Creemos que todas las mujeres son valiosas. Tienen imaginación, creatividad, buena disposición, pero el sufrimiento por las carencias las agobia y se sienten desvalorizadas. No saben por dónde empezar, les falta capacitación y medios para abrirse camino. Algunas usan las dádivas (subsidios por ej) para estudiar y trabajar en algo mejor. Otras permanecen en sus casas, a veces con problemas familiares de maltrato y relaciones interpersonales conflictivas. No pueden dar a sus hijos la educación que tampoco ellas tienen. Muchas de estas mujeres son invitadas a las iglesias evangélicas, donde se las contiene, pero no se pueden cubrir todas las necesidades de las que adolecen.
La pobreza es un problema estructural y requiere cambios estructurales. Para moderar su impacto se requiere pues, algo más que planes asistenciales.
¿Y nosotras de qué manera podemos ayudar para combatir el hambre y la pobreza?
En cada una de nosotras está la semilla de poder y gloria. El poder de esperanza de trabajar juntas para una vida mejor, enfrentando el escepticismo. Que Dios nos de el poder de perseverar y abrir nuevas posibilidades para todas las mujeres.
 Ayúdanos Señor, a compartir una con la otra
nuestro dolor y nuestro gozo,
nuestros temores y esperanzas.
Sálvanos de frialdad y distancia,
de enseñar sin amor, sin vida,
de buscar prestigio y lucha por poder”.

Dora Giordano





Notas
“La calidad de la educación es capaz de reducir la pobreza. La clave es la inversión en calidad educativa. La solución no vendrá de los gobiernos (preocupados por los plazos electorales, o salir en fotos) sino por la presión social (¡Basta de mentiras! 2010, de A. Oppenheimer,)
“Trabajo con la pobreza y la desnutrición. Es el primer problema de Argentina y de Latino-América. Es un escándalo” (Abel Albino, médico pediatra (CONIN), Agosto 2011)