martes, 14 de febrero de 2012

Algunas perspectivas de la vida en familia hoy



Cuanta complejidad encierra el término familia en estos días. Una gran distancia quizá entre lo somos y tenemos hoy y lo que pensó Dios en los comienzos de la humanidad. Y Dios hizo al ser humanoy llamó el nombre de ellos Adán. La primera pareja fue el matrimonio Adán. Crezcan multiplíquense, administren la tierra, sojúzguenla… eso fue lo que les dijo. ¡¡Todo es de ustedes y para ustedes!!
Las posesiones materiales y el contexto, no han estado alejados de la familia desde tiempos inmemoriales. El ambiente se entrometió en la relación, lo que había allí afuera era apetecible, no se supo decir no. Y…todos sabemos la historia.
¿Cómo convivir con lo que está afuera? En su momento fue un árbol, que a lo largo de la vida fue convirtiéndose en deseos de múltiples cosas, de relaciones, de sensaciones, de actividades. Sensualismo, activismo, materialismo, capitalismo. Apetecible en gran manera.  
¿Cómo encontrar el punto justo de vivir en el mundo sin pertenecer a él? ¿Cómo agradar a Cristo en la cotidianeidad y responder a las exigencias de un medio que constantemente nos exige más pertenencia y dependencia? Hoy más que nunca se vuelve a significar el “de Cristo están revestidos”. No para andar como extraviados y poseídos, sino para sentar la palabra justa, la luz, la sal. ¿Y en la familia? ¿Habremos de aislarnos para no contaminarnos? ¿Qué salvará a hijos y nietos de esta generación? Tal vez la más trascendente de las enseñanzas, el aprender a elegir. El aprender  a decir como padres y abuelos, no sé. Clamando angustiosamente ¡Señor hazte cargo! Solo no sé, solo no puedo. Dame claridad a la luz de tu Palabra que, antigua sin vejez, me indique por donde debo andar. ¿Cómo la ato en la frente de mis hijos y nietos? ¿Cómo lograr el bien para mil generaciones? Tal vez si recordamos el hacer misericordia hoy, y no reclamar a la generación próxima lo que nos ha faltado a nosotros mismos. Decidir preguntarnos en cada circunstancia, ¿qué haría Jesús? ¿qué contestaría Jesús? ¿cómo administraría tiempo, dinero, diversión? ¿qué cara pondría al verme llegar tarde a tantas cosas?
Si nos vieran vivir con la convicción esencial, hijos, hermanos, nietos, alumnos, nuestros contemporáneos todos, si pudieran sentir el perfume de la presencia de Dios en nosotros, no tendríamos mucho que explicar, la tan mencionada comunicación no sería compleja, la brecha generacional se acortaría, los duelos serían superados y nadie querría nada del otro porque todos estaríamos llenos de Aquél que todo lo llena en todo. El deseo no tiene fin, y cuando ese deseo es quererlo que el otro quiere el fin no es sino la mutua destrucción.
Vivir y sentir en esta tensa situación siempre nos deja insatisfechos de lo que no hicimos o dijimos. Pero si volviéramos a mirar a Jesucristo y a Su Palabra ya no habría culpa. Estamos atados a un perfeccionismo que nos consume y que no nos deja valorar que hemos tratado de hacer lo que mejor hemos podido con la sinceridad de que rendidos a Sus Pies le hemos buscado siempre sin bajar la guardia. Y si no hubiera sido así, aún hay tiempo de volvernos a tomar de Su Mano.
Gracia sobre gracia, palabra adecuada, tono pertinente, rostro que atrae. Y el “puestos los ojos en Jesús” se pondría en otra perspectiva, porque todos estaríamos mirándolo a Él. Se harían más fáciles los planes, porque irían hacia Él, se haría sencilla la comunicación porque se produciría en Su presencia, no estaríamos mirando a los otros y a sus cosas, estaríamos dependiendo de lo que Él nos diera y al prójimo lo miraríamos solo para ver qué le falta y colaborar para que haya instancias que faciliten  que se supla la necesidad. Si le faltan cosas (lo más sencillo de suplir) si le faltan perspectivas, esperanzas… si le falta Jesucristo podríamos ayudar a que lo mire junto con nosotros y se rinda cada día junto con nosotros ante Él.
La vida no se presenta solo en blanco y negro, entre uno y hacia el otro hay una infinita escala de matices, parados en cada matiz se podrá recorrer el espectro de nuevas posibilidades pues allí está Él. El salmista David decía: …me despierto y aún estás conmigo. Ese aún es el que llena de esperanza. Tendríamos que encontrar nuestro propio aún y desde allí encontrar la perspectiva.
Dios nos habla particular e íntimamente para que construyamos nuestra vida individual y familiar a la luz de Su comprensión y dependencia. Dios nos habla para que podamos elegir lo que a Él le agrada. Pregúntale a Él, sus respuestas son personales.
Que Dios nos bendiga.

Estela Florit de Quero
Iglesia Jesucristo Hoy
IEMA
Jujuy.

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